domingo, 29 de enero de 2023

 


PARADA TÉCNICA 

(adelanto 3)








CONDENA



Las canciones que no te canté.

Los libros que no te leí.

La vida que no tuvimos.

La vida que tuve sin ti.


Los discos que no compramos a medias,

que no descubrimos juntos.

Los viajes que no hicimos.

Las fotos que faltan, las páginas arrancadas.

La bromas que no me gastaste.

Tu risa en la noche, que borró tan pronto la niebla.


La vida que no tuvimos.

Las fotos que no te hice, las páginas arrancadas.

Los besos sin ruido, ofrecidos a un dios cruel

que solo nos entrega

aquello que puede quitarnos.

La vida que viví sin ti.









EL CRISTAL

(POEMA ORIGINAL)


Lanzarse suicidamente a la vida.

Coger carrera y saltar alto,

en cualquier sitio, donde te pille,

desde una roca o desde un puente.

Caer fuerte y llegar hondo, los más

hondo que se pueda.


Lanzarse suicidamente a la vida.

Una vez, dos veces, tres veces. Las que haga falta.

Hasta que el cuerpo enfermo de la vida

nos rechace, nos expulse, nos lance en cualquier momento,

con violencia o suavidad, contra el cristal

de la muerte.


Lanzarse suicidamente a la vida.

No esperar al desprecio ni al rencor.

Cerrar los ojos y gritar.

Abrir los ojos en plena noche y correr

sin dirección ni cuidado,

a lo loco, a ciegas. Dejarse arrastrar

o luchar contra la corriente. Emerger en cualquier 

playa o caer preso en cualquier red.

No ver pasar la vida. Lanzarse a ella.

La única voluntad posible. La única certeza.



Lanzarse suicidamente a la vida

en la gran ciudad vacía, en los campos ruidosos,

sembrados de trincheras y cruces.

Un día cualquiera. Donde te pille.

No esperar más.

No desear más.


Lanzarse suicidamente a la vida.

El tráfico de mercancías, los gritos cálidos de los cuerpos, el silencio 

brusco, entre el minuto de la esperanza y el minuto

de la angustia.

No puedes cerrar la puerta.

Abre la ventana y lánzate.

No esperes que el odio te queme.

El fuego ya se acerca a tus pies.

Tu última voluntad.

Tu única voluntad.

Demuestra que aún no estás vencido.

Únete al grupo, ya, ¡ahora!

No esperes más.

La muerte tiene el cristal muy limpio.

No la verás venir.












VERANO EN EL PUEBLO




Los días son muy largos.

Las noches duras.

Hay que pelear mucho.

Contra el calor

que resiste en las habitaciones de arriba.

Contra las palabras, contra las frases

que quedaron a medias por miedo

a no ser entendido.

Contra los cuerpos, contra el cuerpo

propio, que pide agua y se agita en la cama

sin encontrar la puerta del sueño,

contra el cuerpo de tu mujer

que tiene la osadía de dormir plácidamente

y te ofrece su piel cálida y suave,

increíblemente suave, en la 

penumbra del dormitorio.


(Nota: “increíblemente suave” es una expresión demasiado vulgar para un poema de amor, no es nada

nuevo, no está a la altura, pero este no es un poema de amor, es un poema sobre el verano, y además es

la pura verdad, pasan los años, el cuerpo se estropea, nos hacemos viejos poco a poco (a veces de 

golpe), pero su piel es increíblemente suave, sigue siendo, por muchos años y trabajos y angustias que

pasen, increíblemente suave, con el mismo tacto de la juventud, del inicio de esta fiesta que ya pronto 

tendrá que terminar. “Increíblemente suave” es lo que pienso cada noche cuando ella se acuesta y se 

duerme, y yo alargo despacio la mano y la acaricio con mucho cuidado, y no puedo dormir ni estarme 

quieto.)

La noche es dura porque es silenciosa,

porque es tranquila, calurosa, pero

sobre todo la noche es dura porque hay cosas

sin resolver, y cosas que están pasando cerca

en las calles vacías, en las otras casas, 

en los parques oscuros. Y yo recuerdo los años

de mi juventud, las viejas noches de verano

de mi lejana (otro tópico inevitable) juventud.

Y miro el reloj y estoy atento a los ruidos

de la calle, y estoy atento a su silencio.

Y pienso en ellos, los niños, que no sé cuándo

van a volver, y me alegro por ellos,

y sufro por ellos. Sé que están

donde tienen que estar,

y sé que a mí me toca esperar 

despierto, vigilando cada ruido, 

intentando no perturbar con mis miedos y mis dudas

a mi mujer.

Mañana temprano ella cogerá el coche

y se irá a la ciudad.

Los días serán muy largos.

Las noches duras.










 

ARRESTO DOMICILIARIO




No mueras con el cuerpo intacto.

No mueras con todo tu dinero en el banco.

No mueras enterrado en pólizas de seguros.

Apura la partida hasta el final.

Buenas o malas, usa todas tus cartas

lo mejor que puedas.

Nadie gana siempre. Pero que no se diga

que no peleaste hasta no poder más.

No mueras con el corazón intacto.

No mueras sin haber vivido todos esos amores

que leíste en los libros mentirosos.

No mueras con el corazón limpio. 

Llega hasta el fondo, al fondo del dolor

(si es preciso) pero también

al fondo del placer (y si la corriente

te arrastra luego, déjate llevar hasta el mar).

No mueras sin haber visto la luz de Venecia

en octubre, cuando los turistas van 

de retirada y la niebla conquista la ciudad 

todas las madrugadas, 

No mueras sin cruzar el Bósforo.

No mueras sin pasear por París.

El arresto domiciliario llegará más pronto

o más tarde. No escondas tus delitos.

No te dejes deslumbrar por la vanidad
de los jueces.

Recuerda tus días de viaje, recuerda tus noches

compartidas, tus besos de despedida cuando

ibas a trabajar con ilusión y optimismo.

Recuerda que la dignidad sólo te 

la otorgan los otros si antes tú

te la has otorgado a ti mismo.

Recuerda lo que escribiste una vez

hace muchos años: la vida

es una cárcel, pero cada cual

escoge el tamaño de su celda.











VIVIR NO ES


Vivir no es traicionar a los muertos.

Vivir no es un suicidio de paraguas roñosos.

Vivir no es un extravío de zapatillas ridículamente

formales.

Vivir no es leer sobre la vida.

Vivir no es escuchar conversaciones en laberintos 

acristalados.

Vivir no es mirar a la luna, de madrugada, y sentir

indiferencia,

y no querer nunca llegar a la luna

(aunque llegar a la luna

no sirva para nada).


Vivir es 

andar cuesta abajo 

con la misma alegría

con que andamos cuesta arriba.

Reconocer que el viento 

es dueño de tus papeles.

Reconocer que la lluvia

guarda besos frescos

en expedientes negros que sólo

se pueden consultar de cien en cien años.


Vivir no es traicionar a los muertos.

Vivir es agradecer a los muertos

las casas que han demolido,

los escombros que nos han dado,

porque con esos escombros

construiremos nuestra propia casa,

sabiendo bien

que otros vendrán a derribarla

cuando nuestro tiempo haya concluido.













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