sábado, 8 de febrero de 2020










ACTO DE CLAUSURA




MANERAS DE VIVIR Y MANERAS DE MORIR

Las intenciones no bastan.
Y los buenos deseos tampoco.
Empieza por ser sincero,
sincero como sólo pueden serlo
los hombres heridos de muerte,
los hombres reventados por la metralla
que llaman a su madre en mitad de las trincheras.
Si el obús cayera ahora
Qué querrías dejar, por qué querrías ser recordado.
Empieza por ser sincero.
Y después hablaremos…

Hablaremos de los trabajos que dejaste.
Hablaremos de las mujeres a las que no quisiste amar.
Y de las mujeres que despreciaste
porque te ofrecían algo más limpio y peligroso que el amor:
su cuerpo, su cuerpo como un mapa vacío
que tú podrías llenar a tu antojo,
su cuerpo arrebatado al mar,
que tú tendrías que devolver al mar algún día.
Esa era tu misión y renegaste de ella.
¿Por qué? ¿Por piedad? ¿Por orgullo?
Explícamelo. Y, lo más importante, explícatelo a ti.
Respóndete de una vez por todas…
¿Acaso no es el destino de todos llegar al mar?
¿Entonces, qué te detuvo?
“Mejor pronto y de golpe”, decías, pero eran palabras negras,
palabras para el fuego, heno y estiércol de la poesía.

Así que… empieza por reconocer la verdad,
y entonces hablaremos.
Hablaremos de los amigos que perdiste.
Hablaremos de los libros que no quisiste leer.
(Y de los que leíste, pero como quien se pone guantes
para dar la mano, temiendo que sus palabras vivas
pudieran arrancarte de tu sueño.)

Hablaremos del tiempo que malgastaste y del dolor
que quisiste acomodar en tu cuerpo
como se acomoda un huésped de lujo
en un hotel barato.
(Y cuando luego se fue sin pagar, como un fugitivo,
tú aún saliste en su defensa,
y lamentaste no haber podido despedirle
como se merecía…)
¿Qué tenía, dime, qué tenía el dolor que no tenía
el placer? ¿Por qué te era
tan querido?, ¿por qué siempre estabas dispuesto
a dejarte llevar de su mano, aunque esa mano te condujera siempre
 a una ciénaga de rencor y dudas?
“Un rencor dulce”, pensabas, dulce como el beso del verdugo.
Pero te equivocabas.
Y lo que es peor: lo sabías.

Así que empieza ya. Empieza a soltarlo todo.
Sé sincero como sólo saben serlo los hombres
que oyen silbar la bala y no intentan esconderse,
que mueren gritando el nombre de la madre,
 y ya no temen ni al ridículo ni al error.
Sé sincero. La guerra ha empezado ya.
El cañón se acerca.



PRIME TIME
(POEMA FINAL)

Vamos a ver.
Sois la flor y nata de la desidia.
Sois hijos de la contradicción y la propaganda.
Os han educado con filosofías de 30 segundos
y os han alimentado con incunables ilícitos
y dóciles clásicos de ochocientas páginas.
¿Qué vais a encontrar en esta vida
sino amargura y frustración?
Ahora venís a visitarme a mi celda
a exponerme vuestro plan de fuga
Y os enojáis porque yo no trato de deteneros.
¿Por qué habría de hacerlo? ¿Quién soy yo
para quitaros la ilusión de la lucha?
Huid si queréis.
Levantaos y quitaos los sambenitos…
Sois libres.
Nadie va a cerraros el paso
más que vosotros mismos…
El mundo exterior es lóbrego y frío.
Una vez allí todos seréis iguales.
así que no temáis por vuestro pasado.
Empezad otra vida.
No dudéis en cambiar vuestro aspecto.
Convertiros en carpinteros o marqueses.
Escribid informes, haced crucigramas.
Incluso podéis permitiros el lujo
de jugar de tanto en tanto a la poesía.
(Os confieso que yo, algunas veces, aún me levanto de la cama
y camino por las calles como un zombi.)
Pero hacedlo siempre en la intimidad.
Los vicios dejan de ser placenteros
cuando se ejercen en público.
¿Qué más queréis que os diga?
Sólo os puedo dar un consejo.
Pase lo que pase, y por muy ingrata
que os parezca, nunca desdeñéis tarea alguna.
Morir es más desagradable
y habrá que hacerlo algún día.



EJERCICIO PRÁCTICO

Hijo mío, desconfía de todos y de todo.
Desconfía de los que dicen: “Eso no pasará”.
(Son unos gafes).
Desconfía de los que dicen: “Lo pasarás bien”.
(Son unos aguafiestas).
Desconfía también de los pesimistas.
Los pequeños milagros de la vida –los hay–
acontecen delante de sus narices
sin que sean capaces de reconocerlos.
Hijo mío –resumiendo– desconfía de todos
Y de todo. Desconfía
de los que dicen que no les importas.
(Les importas: aunque sea para hacerte daño).
De los que dicen que quieren ayudarte.
(En el fondo lo único que les interesa
es mantener su reputación.)
Sé que es difícil. Pero es la única manera
de seguir a flote.
Verás, hagamos un ejercicio práctico.
Empieza por desconfiar de este poema.




REPROCHE CARIÑOSO

Jim Morrison se fue a los 27.
Ian Curtis a los 23.
Masaccio también, cosas
de la vida, se largó a los 27.
Rafael aguantó un poco más.
Pero seguro que a él le pareció poco.
Y tú, impostor, ¿tú aún andas por ahí diciendo
que te faltó tiempo?



PROBLEMAS DOMÉSTICOS

La palabra esperanza se me ha rebelado.
Dice que está harta de la palabra paz.
“Son muchos años conviviendo juntas”, se queja.
“Ya no me da ningún morbo verla desnuda”.
La palabra alegría también está dando problemas.
Sus compañeras de piso, frustración y rencor,
me llaman al despacho
para ver si yo puedo hacer algo.
–Paciencia –les digo. Son cosas de la edad.
–¡Pero es que está insoportable! –me responden ellas.
Se pone a bailar a las tres de la mañana.
Nos despierta a gritos. Ni nos deja leer tranquilas el periódico.
Y encima –me cuentan– encima está empeñada
en salir por televisión…
Pero la peor de todas es la palabra talento.
La mimé demasiado de pequeña. ¡Era tan graciosa!
Y ahora se me ha subido a la chepa
y  reclama su espacio vital.



LOS BUENOS Y LOS MALOS

Ha muerto Miguel Delibes.
Lo han dicho en el telediario.
Luego han sacado unas imágenes de archivo.
Los buenos escritores sólo salen en la tele
cuando se mueren.
¿Los malos? Los malos están
hasta en la sopa.



CONCIERTO EN LA TARDE

Muchas veces pienso en ti, Edmund Hillary,
en tu duelo cruel con la montaña. Creíste que la vencías
y te solazaste en tu éxito. Pero la montaña callaba.
La montaña era quien jugaba contigo.
Quien te dejaba ganar un botín miserable,
para luego arrebatarte todas tus riquezas.
¿Quién escuchó tu dolor entonces? ¿Qué palabras
pudieron llegar a tu boca para nombrar lo innombrable?
Solo está el hombre y no lo sabe. Y cuando lo aprende
no encuentra ninguna enseñanza en lo aprendido.
¡Qué culpable te debiste sentir entonces! Y sí,
tu ambición no era justa, pero era el camino necesario.
El camino que un hombre debe recorrer por su propio pie
para poder llamarse de ese modo.
Por eso pienso en ti muchas veces. Y también en ti,
Mary Shelly, de la herida del parto a la herida de la muerte,
pasando por la herida del amor y la herida de la fama.
Tú vida tuvo un sentido. Creaste un ser infame,
es cierto, un ser que creció y creció
y fue devorando tu vida, como un castillo
que es demolido por partes, ahora un torreón,
ahora las salas nobles, después un simple cobertizo…
Muros y muros, hasta los que creías más sólidos,
cayendo como paja seca. Y tú contemplándolo todo,
sin ni siquiera poderte resguardar
bajo el manto cálido de la locura.
Nadie puede decir que sus lágrimas son más ciertas
que las tuyas. En tus lágrimas se juntaban las lágrimas
de todas las madres y de todos los verdugos.
Yo no te puedo decir nada.
Nada que no hayas oído ya mil veces.
(Perdóname pues si te lo digo una vez más…)
Tu vida fue vivida rectamente.
Es trabajo del timonel gobernar el barco,
aunque la tempestad lo lleve al arrecife.
Yo, en cambio, qué consuelo tengo.
Vosotros estáis ahí, entre la gente, veis a los músicos,
os moja la lluvia.
Yo contemplo la escena desde mi cuarto.
Escucho vuestros gritos y vuestras risas.
Pero nunca bajo al jardín cuando me llaman.
No lo hago ya por miedo sino por costumbre.
Por esa antigua costumbre que me impulsa
a dejar el bolígrafo y levantarme
y cerrar la ventana con rudeza
al primer compás.



MÁRTIRES Y PECADORES

En este páramo perdido
donde expío mis culpas
Sólo encuentro consuelo
en mis libros piadosos.
Ellos me dan mucho,
y me quitan más.
A Blas de Otero le cambio
angustia por sosiego.
A Gil de Biedma
rabia por templanza.
Así con ellos
–y con la ayuda de muchos otros–,
voy quedándome limpio, puro,
vacío de todo mal.
Mientras ellos, mártires devotos,
me lo agradecen
sonriendo castamente
al tiempo que caminan a pasos lentos,
–pero firmes–
hacia la hoguera final.



A CASA

Esta fiesta de disfraces
no pasa por su mejor momento.
La orquesta
empieza a repetirse.
Y todos los escondites
están demasiado concurridos.
El anfitrión debería tomar buena nota de estas cosas...
No sé porqué se empeña
en prolongar la fiesta.
Y todos conocemos
cómo se las gasta cuando se enoja.
Así que bailamos, reímos, hablamos…
Y, si la situación lo requiere
y el público espera,
nos quitamos un instante la máscara,
fingiendo sorpresa, alegría o temor.
En el fondo todos estamos igual de hartos
y tenemos unas ganas locas de marcharnos a casa,
de regresar a nuestra cálida fosa
y respirar tranquilos.



COMO UN BUEN CLIENTE

Algunos momentos me posee
una paz extraña. No es la paz
que precede a la tormenta, ese
instante hermoso del mundo en suspenso.
Ni tampoco la paz de la derrota:
larga, copiosa, deseada.
Es una paz confusa, mulata, bastarda.
Una paz, sin embargo, cuya visita,
en la soledad de mis libros y mi mesa,
siempre encuentro muy grata.
Como los buenos clientes,
pregunta siempre antes de entrar
y deja una buena propina
al despedirse.



ALGUNAS RAZONES PARA ODIAR LA POESIA Y A LOS POETAS

Cuando un poeta escribe un poema de amor
habla de amor.
Cuando un poeta escribe un poema sobre la amistad
habla de amor.
Cuando un poeta escribe un poema sobre una puesta de sol
habla de amor.
Cuando un poeta escribe un poema sobre la tristeza
habla de amor.
Cuando un poeta escribe un poema sobre el dolor
habla de amor.
Hasta cuando un poeta escribe una poema sobre la muerte
entonces también habla de amor,
de amor a uno mismo.



CONVERSACIÓN ÍNTIMA CON J. R. J.

Mírame Juan.
Mírame y dime:
¿Merecía la pena todo eso?
¿Merecía la pena que Marga Gil
se pegara un tiro por ti?
¿Merecía la pena las discusiones baldías
con el Conde de San Esteban?
¿Merecía la pena casi volver loca a tu mujer,
a la que tú decías que adorabas
con todas esas torturas en nombre del dios Silencio
y su lacayo Inspiración?
¿Y todo para qué?
¿Para escribir versos como Qué ruido
tan triste hacen dos cuerpos al amarse?
Eso ya lo sabe bien cualquier puta
y cualquier chapero…
No me vengas con cuentos…
No te excuses con que la culpa es de ellas, no tuya.
Tú les pones el poema en la mesa.
Cómo se administren la dosis es cosa suya.



A SECAS

Te despiertas limpio de recuerdos
y miras sin emoción
los últimos penachos de humo
que se elevan desde el suelo.
La tierra está calcinada
pero la torre ha resistido.
Habrá que poner más ahínco
en demolerla. Pero no hoy
ni mañana. Existir
sin lucha ni derrota.
Es extraño, pero a veces
es suficiente.



DESVÁN

Guardo muchas revistas porno
pero nunca las leo.
Las guardo como guardo la cápsula de cianuro
o la foto de mi niñez.
Cosas que me acompañen en el viaje,
que me recuerden quien fui y quien
no pude ser, y quien quise ser
y quien tuve que ser
a pesar de mi hostilidad difusa,
de mis vagas rebeliones sin heroísmo,
de mis huidas en círculo, indecorosas proclamas,
absurdas escaramuzas de juventud…

Uno crece porque no le dejan otra elección.
Y  colecciona pistolas y traiciones, y mata a los buenos
y deja escapar a los malos, y así, al final,
la vida le da su recompensa:
su despiadado botín de polvo y carcoma,
su inútil mausoleo sin ventana ni flores
ni, lo que es peor, nadie a quien velar
en silencio.



AULLIDO
(REMAKE)

Yo he visto buenos poetas
prostituyéndose por cuatro perras
y he visto a los poetas mejores
emborrachándose con dolor.
(Sus cuerpos fueron apareciendo
en las playas del amanecer,
entre botellas de plástico y mástiles podridos
mientras los telediarios
hablaban de hoteles para caniches
y desfiles de siete lunas.)
Yo he visto mercaderes sucios
traficando con doncellas impúberes.
y las he visto crecer y convertirse
en asesinas consumadas.
(Los despachos y los ministerios
no tienen secretos para ellas.)
Yo  visto como se derrochaba la esperanza
como quien vacía una botella de champán en un desagüe.
Y les he visto luego pedir explicaciones
con la boca llena de insultos y mentiras.
(Vosotros sabéis a quién me refiero.)
Yo he visto como la locura y el odio colectivo
convertían en apestados a los cuerdos y a los sensatos.
He visto como jaurías rabiosas escupían y mordían a plena luz
a hombres a los que nadie defendía,
a hombres cuyo único delito era ser hombres,
y querer seguir siendo hombres,
ya no dioses ni héroes, sino simple y llanamente hombres,
hombres que se equivocan y lloran y ríen y cantan
y no tienen miedo a reconocer
su defecto de forma, su apego inútil
por la vida.



EL ASEDIO

-Tú nunca serás vulgar.
Jamás sentencia alguna salió de labios tan dulces.
Acepté con orgullo mi castigo.
Veinte años luchando encarnizadamente con la vida.
Cuando todo parecía perdido
Me atrincheraba entre poemas y fotografías.
Las canciones también ayudaban.
El asedio durará poco, pensaba, es cuestión
de aguantar otro invierno.
La nieve cae sobre el bosque oscuro
y borra las huellas de mis enemigos
El asedio no terminará nunca.



PREMONICIÓN DE MI SEGUNDA MUERTE

Será hermoso recordar todo eso.
Los veranos en el pueblo.
Los baños en el río, los paseos en bicicleta,
las excursiones y batallas por campos y barrancos
donde nadie resultaba herido.
Será hermoso recordar a mis perros
(los perros que no tuve, sino que compartí).
Las horas dulcemente perdidas en su compañía.
Será hermoso recordar los amores olvidados
y volver a sentir su caricia esquiva.
Y recordar amigos, viajes, libros.
Recordar ese tiempo que corrió entre mis dedos,
y volver a sentir la felicidad que fue cierta
como cierto es el humo de un fuego extinguido.
Entonces será conveniente estar alegre,
sentarse un momento,
respirar hondo,
alzar la vista, cerrar los ojos
y no tener miedo,
 pues todo eso que tanto me aterra
todo el dolor, todo el olvido, todo el silencio,
todo eso que tendré que pasar
todo eso no es nuevo,
pues la muerte, mi segunda muerte,
no será sino un zumbido en el agua,
la culminación de un largo ensayo,
un súbito aplauso de Dios.



FIESTA MAYOR

La música vibra al fondo del valle.
Y por un instante todo es
cómo debió haber sido.
Dos jóvenes en motocicleta
y el mundo frente a ellos.
Un rincón oscuro, un beso azul,
una risa blanca
que estalla en la noche.

La música vibra al fondo del valle.
Y por un instante todo es
cómo debió haber sido.
Dos jóvenes vuelven en moto a la vieja casa.
La música aún reviste sus cuerpos encendidos,
que nada saben del amor porque la vida los colma.

La música vibra al fondo del valle
y en sus notas resurge un mundo olvidado.
Yo fui así un día y ya no recuerdo nada.
El amor cayó como un licor ardiente sobre mi garganta vacía.
Hoy me despierto a media noche con una melodía antigua.
Y vuelvo a ser aquel que pude ser y no fui,
o aquel que fui sin saber que era.

La música vibra al fondo del valle.
Y por un instante
todo es como debió haber sido.




HEROÍNA

Brines es muy duro.
Una simple dosis
te puede enviar al otro mundo.
Pero si estoy realmente desesperado
no hay nada como un buen chute
de mi heroína juvenil:
Blanca Andreu.



LA LARGA MARCHA

Escribo como nací:
desnudo,
envuelto en sangre y suciedad,
con el corazón lleno
y la mente intacta,
preparado
para tomar impulso
y ser lanzado desde el puente
a las aguas frías
de la vida.




PROFECÍA

Mis golpes son de papel,
pero me acompaña el viento.
Algún día caerá vuestra torre.
Caerá sin estruendo ni polvo.
Caerá como caen las mentiras.
Con un rasguño invisible,
con una herida que una vez abierta
no se cierra nunca.
Entonces tendréis que enfrentaros conmigo
a cielo abierto
y descubriréis asombrados
que todas vuestras armas
tienen el cañón cegado
por finísima arena.
El tiempo no pasa en balde.
            A todos coloca en su sitio.
            A todos reparte su justicia.
A vosotros, que pasasteis por la vida
sin ver siquiera el daño que causabais…
            Y a mí.
A mí que os pude frenar
y os despejé el camino…
Entonces estaba solo.
¡Qué insensato hubiera sido luchar contra vosotros
con el arma simple de la verdad!
Ahora estoy preparado. Tengo
la certeza de la mentira
y la furia de la calma.
Las cosas son como son.
A todos nos llega la hora.
Lleva tiempo.
Y tiempo fue lo único que tuve.
He escapado.
Y soy otro.
Esta vez no fallaré…
Con los años se aprende a despreciar la huida fácil
y aceptar la victoria.



LA MONTAÑA MÁGICA

Me he sometido a un tratamiento de desintoxicación.
Ahora voy a poder retomar mi vicio
con mayor entusiasmo.




DEMAGOGIA

Los museos, todo el mundo lo sabe, están llenos de niños asesinos.
Los tienen amaestrados y acechan en las esquinas.
Los cuadros los toleran porque cuentan chistes malos
y los conserjes han aprendido a perder a las cartas.
Los museos, todo el mundo lo sabe, son lugares depravados.
Las putas se disfrazan de madonas
para robar las tarjetas de visita de los cobradores de deudas,
mientras taxistas mercenarios
se descuelgan del techo con total impunidad.
Ni la policía quiere entrar en esos sitios.
Dicen que no cobran lo suficiente
y prefieren dedicarse a la caza de mendigos.
Hacen bien.
Yo he tenido amigos valientes
que entraron una mañana a un museo.
Sus huesos pueden verse ahora en la sala de antigüedades.



EYACULACIÓN PRECOZ

Aquella puta tenía experiencia:
Adivinó enseguida mi problema.
Tratarán de venderte libros de estilo,
diccionarios enciclopédicos, cursos
por correspondencia y on-line.
Que no te engañen.
Lo tuyo no tiene remedio.
Las palabras se te escaparán a borbotones
tan pronto como las pienses.



SEXO O POESÍA

Me dijeron que iba a acabar mal
Y yo siempre les creí.
Ha tardado más de lo esperado
(y ha sido una espera muy aburrida)
pero por fin estoy cara a cara con la vida
y si me palpo los bolsillos
sé que puedo hacer una última apuesta.
Sexo o poesía.



POETAS A SALDO

A Benedetti lo habían dejado en los bancales.
A Mallarmé lo tiraban en la explanada del mercado.
Al  pobre Miguel Hernández le habían destrozado la cara
con un spray.
A Quevedo lo tenían encerrado en la sacristía.
Vallejo parecía haber tenido más suerte:
lo tenían en una vitrina de cristal,
bien visible, pero el aire que lo envolvía
olía a paja doctoral.
A los Panero los vendían a saldo.
Estaban los tres metidos en una caja diminuta
y se arañaban mutuamente en busca de espacio.
 



ORNAMENTO Y DELITO

Tengo que aprender a medir mis palabras.
Las últimas ordenanzas son muy rígidas.
(Y no les falta razón.)
Hay que despojar a la poesía
de todo lo prescindible.
Un solo instrumento basta
para crear una música hermosa.
No construiremos más barcos
que se hundan con todos los honores.
De ahora en adelante cualquier metáfora
será declarada enemiga del pueblo.



TERCER GRADO

Llevo 25 años en la poesía.
Más de 25. Ya ni me acuerdo.
Cometí una tontería.
Un prejuicio estúpido
me impidió borrar las huellas.
Pero he aprendido a ser limpio.
Y voy camino de ser implacable.




EXCAVACIÓN

(THE END)

(Páramo de Tiermes, Soria)

No te vuelvas jamás, dijo una voz.
MARCOS RICARDO BARNATÁN


Habrá de ser necesariamente en invierno.
Una tarde fría y despejada como tantas otras.
Alguien propondrá visitar unas ruinas cercanas
(de las que ha oído hablar), y el viajero,
aturdido y fatigado, no podrá desoír sus palabras.
Cuando llegue
(pues ha de llegar, ese es su destino)
todo le parecerá como entonces.
El cansado cerro que vigila la desolada planicie,
los toscos muros que bajan hacia los álamos,
los sombríos buitres que planean aburridos
sobre las peñas yermas…
Todo será como siempre fue.
Como nunca debió haber sido.
Entonces,
se alejará de sus compañeros
(jóvenes, ignorantes y felices, como él lo fue un día),
se sentará sobre una roca
(despacio, como quien se detiene a descansar)
y mirará a lo lejos, al río oculto por las ramas, al cielo desnudo,
y más lejos aún…
al fondo, a lo más hondo de su herida,
a aquel verano hostil que su memoria revive una y otra vez
(película muda y absurda)
en las largas noches de insomnio.
Entonces mirará a sus compañeros.
Jóvenes, ignorantes, felices, como él lo fue un día…
Los verá saltar entre las piedras, los verá reír y correr…
Y pensará en ella.
Pensará en ella como quien piensa en una canción antigua,
como quien recuerda una canción olvidada.
Después de tantos años y tantas lágrimas, y aún me sigues
siendo ajena, se dirá, entre sollozos.
Serán los últimos.
Volverá con sus compañeros. Reirá y cantará con ellos.
Y después, mucho después,
cuando llegue la noche, cuando
comience a sentir frío
(un nuevo frío, un frío que muere en la piel
como la escarcha muere en la hoja, sin romperla),
se alejará un momento,
cogerá una piedra, una simple piedra, una piedra
cualquiera,
y la arrojará con fuerza, con toda su fuerza,
tan lejos que no pueda ni oírla caer.
Y después,
dándose la vuelta lentamente,
como quien da la espalda a un muerto,
como quien visita una tumba
en la que olvidó poner flores,
se alejará
en silencio.