viernes, 13 de agosto de 2021

 





DESIDERATA




Que los días pasen lentamente,
que sean monótonos e iguales,
que la vejez te sorprenda llamando a la puerta
en una hora imprevista,
y tú le abras tranquilamente, sin miedo ni dolor,
y te sea tan extraña que no la reconozcas.
Que el amor queme poco a poco,
madera de fuego lento
y calor discreto.
Que las manos nunca tengan frío
aunque al primer contacto resulten ásperas.
Que los besos sean veleros lentos
cruzando por un mar sin olas, 
y así como si no pasara nada
fuera pasando la vida.
Y así como si no pasara nada, un buen día
descubras llena el arca sagrada de los recuerdos,
con abrazos, risas, besos, miradas de
complicidad, gestos casi invisibles
de ternura, palabras modestas
de cariño y comprensión.
Y todo esto sea para ti
tú más querido tesoro,
más que la fama, el dinero, el poder, 
todas esas viles mentiras
que muerden y arañan ferozmente la inocencia,
esa inocencia que, como botella
de licor añejo, aún guarda el sabor y el olor 
durante muchos años,
esa inocencia que deseo para ti y para los tuyos
cuando llegue el momento del adiós.



                                                        (poema perteneciente a "Parada técnica", inédito)















martes, 6 de julio de 2021




 VOLVER A LA CIUDAD COMO UN EXTRAÑO


Volver a la ciudad como un extraño. 

Regresar a las calles que fueron tuyas. 

Regresar a los parques, a las iglesias, a las bibliotecas y supermercados, 

a los hospitales y museos.

 Regresar como un extraño, con la indiferencia de los peces 

y las aves. Retornar con la noche y escapar con la noche,

 y contemplar las luces y las sombras de una ciudad que fue tuya. 

Y ver tu vida como un fugitivo, como un forastero. 

Ver las calles llenas de gente o vacías, 

y ser nadie entre la gente y nadie entre el viento. 

Regresar a la ciudad que te vio nacer, 

y que fue escenario anónimo de todas tus vidas. 

La ciudad dura y hostil,

la ciudad cálida y mullida. 

Recorrer la ciudad como un extraño, 

de estación a estación, de autobús a autobús, 

y llegar a una casa que ya no sabes si es tuya, 

y recibir besos y abrazos que no sabes si mereces, 

o si han caído sobre la piel equivocada. 

Volver a la ciudad como un extraño, 

y andar por calles y parques y subir a las azoteas 

y bajar a los sótanos, y contemplarlo todo como quien 

contempla un vieja pintura borrosa, unas letras que casi 

no se pueden leer sobre una pared oscura, 

manchada por el agua y quemada por el sol. 


Y saber que ahí está la respuesta que no llegas a entender, 

el secreto que no acabas de recordar. 

Y después, una noche, una madrugada, abandonar la ciudad 

como un fugitivo. 

Para volver a tu nueva ciudad extraña, 

desde tu antigua ciudad extraña. Y no saber si vas o vuelves, 

o si nunca te has ido, 

o si nunca has vuelto. Y vivir en el camino, 

y vivir entre recuerdos polvorientos y heridas secas, 

entre canciones sin letra y palabras 

sin música.




LA MÚSICA ERA TAN MALA QUE SE PUSO A LLOVER…

(notas del exilio, 1)


Momentos que merecen ser salvados. 

Esas verbenas de Dolmen. Al final de la noche, cuando 

se ponían las chupas de cuero y gritaban: 

"Ahora vamos a tocar algo nuestro". 

Esos extraños regresos en coches inmundos, 

en autobuses fantasmales, 

todos dormidos menos yo, soledad desterrada, la mente 

amordazada, emociones despertadas, 

sin miedo, 

tan lejos de casa y de los horrores cotidianos...

Momentos que deben ser salvados. 

El destello en las miradas de ellas, la palabra exacta que cierra el arco, 

soledad y silencio cuando no huelen a muerte. 

Momentos que deben ser salvados. 

Un tren que avanza lento y cruza una frontera, un tren que lleva 

a otro tren que 

lleva a otro tren, cuando aún es pronto

y uno no sabe que la partida se pierde por miedo al triunfo. 

Ese miedo agazapado 

que me espera en los papeles. 

Pero no hoy.

Momentos que deben ser salvados. 

La pregunta de un niño que no pide respuesta. 

Esa vela consumida en las noches de tormenta, 

generación tras generación, 

memoria tras memoria. 

Esa vida perdida y reencontrada cuando uno lleva otro nombre 

y soledad y silencio son el traje limpio de la muerte. 

En esta noche larga, acosado por la música hostil, 

un recuerdo viene a salvarme. 

Como la lluvia inesperada y oportuna que apaga el ruido. 

Como un soplo de aire en un pulmón acristalado. 

Momentos que deben ser salvados. 

Momentos que aún alumbran a lo lejos, que señalan vida 

en los montes oscuros de la nostalgia. 

Despertar era entonces algo tan fácil. 

Abrir los ojos y oler la aventura como quien huele 

el pan recién hecho. Este miedo astuto que me espera en los papeles 

ha dejado escapar un hilo de luz. 

Momentos perdidos que me llevarán a un cuerpo cálido y conocido. 

Refugio seguro 

para una sola noche.




DICTADO

(PARA MIS ALUMNOS DE PRIMERO DE ESO)


Yo moriré una madrugada

en una inmensa sala de hospital

rodeado de otros cuerpos vivos o muertos

rodeado de cuerpos que morirán una madrugada

o que esperarán a que yo muera para morir conmigo una madrugada


yo moriré un atardecer

en una vieja cama de madera

mientras oigo las risas de los niños que juegan en los campos

que meten los pies en el agua que corre en las acequias

que hacen barcos para hormigas con las hojas de los naranjos


yo moriré un mediodía

en mitad de una calle ruidosa

entre un semáforo y una papelera

de camino al banco o al mercado

de vuelta del trabajo o del taller

donde he dejado mi coche y unas piernas que no andan bien

una memoria que parpadea

un corazón que tarda en calentarse


yo moriré

punto final.




MINUTOS ROBADOS


Dos minutos a segunda hora

mientras hago guardia en el pasillo.

Tres minutos, casi cuatro, un rato antes, en el metro.

Poca ganancia llevo hoy

aunque el día es largo y espeso 

y si miro bien tal vez 

podré encontrar algunas moneditas en el suelo.

¿He dicho que el día es largo?

El día de hoy será más que eso,

tan largo como ayer,

tan pesado y tan inútil.

No desfallezcamos, que aún queda semana

y si voy sumando los minutos

que ido robando aquí y allá, los pocos

versos que leo, las pocas

líneas de un cuento, las pocas 

hojas de una biografía, y ese tiempo escaso

de “no-existir”, de desaparecer entre grito y grito,

entre susurro y susurro,

entre parpadeo y parpadeo,

ese tiempo muy preciado y muy extraño, que

pasan días sin que encuentre ni una huella,

ni una señal de este tesoro real y mío

pero caprichoso y furtivo, ese tiempo…

¿Por dónde iba? 

A veces me pierdo en el vacío

absoluto de los minutos perdidos

en cumplir con mi deber,

en rellenar informes,

pero otras veces robo minutos al reloj vigilante

que ordena mis pasos y mis palabras

de ocho a tres y de tres a ocho,

y los voy juntando poco a poco, 

monedita a monedita, 

y los voy metiendo en la hucha

con la tonta esperanza de 

al final 

poder restarle un día

al calendario de la pared

que preside mi presidio.




LA VIDA SECRETA DE LAS PLANTAS

(Notas del exilio, 3)


¿Qué miras? ¿Qué mirabas todas las noches?

¿Qué miras en mi recuerdo de aquel piso, frente a la ventana cerrada

a treinta metros del río y tantos kilómetros de esa casa

que Morrissey te dijo que nunca sería tuya?

¿Qué mirabas con tus ojos negros, con tu boca negra, 

con tus piernas negras?

¿Qué mirabas con tus sueños rojos, con tus pechos rojos, 

con tu sexo rojo?

El amor no es posible y el dolor es una planta de interior. 

Has visto su tallo esbelto y veloz y casi has estado a punto de sonreír.

Pero por suerte todos duermen 

o están borrachos 

o están muertos o

(lo más terrible de todo) se han rendido al frío

que sube del río

y han entregado su semen congelado 

para fabricar una crema que no salvará a ninguna ballena.

Yo sé que sonríes, y sé que sonríes por nada, por no llorar

por no gritar, porque quieres gritar 

pero la bruma que sube del río 

llega muy alto, 

a siete pisos de altura, 

llega a la ventana, llega al dormitorio vacío, a los colchones

del suelo, a los cuerpos que duermen, 

los cuerpos que no saben

que el dolor es una planta de interior,

que el dolor es una planta rápida,

que el dolor es una planta extraña, 

sin fotosíntesis, sin semillas, sin hojas, sin raíz y sin espinas,

pero fuerte, tan fuerte

que miras la ventana oscura, 

miras tus dedos rojos

miras la ciudad borrada, el puente roto,

que tenemos que reconstruir cada noche,

y sin verme me miras, me miras sin hablarme,

sin hablarme me culpas

del anillo que cayó al río y de los bares que no cierran nunca.

¿Y cuántas noches ya llevamos con lo mismo?

Todo está mal. Desordenado. Revuelto.

Las puertas abiertas llevan a pasillos negros

que acaban en un dormitorio donde siempre hay un muerto en la cama hecha,

vestido, con las manos cruzadas sobre el pecho, mirándonos.

Los trenes no salen, los autobuses cruzan la calle equivocada,

los cementerios se multiplican y el Cierzo barre las tumbas interinas.

Y los demás duermen y tú miras por la ventana.

Y tú ya ni fumas ni bebes porque el bar quedó al otro lado del río

y será demolido en una media hora.

Tú sólo miras mi reflejo invisible, la pared sin sombra

y casi sonríes.

Y no dices nada, porque sabes

que el dolor es una planta de interior,

que el dolor es una planta rápida,

que el dolor es una planta extraña.

Y mientras la niebla que sube del río borra el portal,

el primer piso, el segundo piso, el tercer piso,

y va rápido hacia la ventana,

miras los cuerpos de los demás,  fríos, cerrados, mudos,

 y quieres gritar, quieres despertarlos

con gritos, patadas e insultos.

Ellos no saben que todo está mal. 

Se enredan y se confunden de boca, y es fácil,

para ellos es fácil, dormir, morir, rendirse,

venderse por una canción o por una cerveza

donar su semen congelado a cualquier sacerdote

de cualquier templo no visitable.

Hemos caminado juntos y hemos gritado y golpeado juntos.

Pero ahora no. 

Ahora nada de esto sirve,

porque la noche acaba y sólo quedamos tú y yo,

porque al final todas las noches acaban, 

todos los bares son el mismo bar,

todos los conciertos acaban con el mismo bis,

todas los puentes son el mismo puente blanco,

y sólo quedamos tú y yo,

tú y yo en la ventana roja

tú y yo en silencio,

matándonos con palabras

escritas en el vaho del cristal, con palabras que suben del río

y nadie escucha detonar.





NUEVO ORDEN MUNDIAL

(POEMA SIN POETINA)


Las navidades han pasado rápido y despacio.

Hace frío y calor.

Te quiero y te odio.

Te busco y te rechazo.

Somos ricos y pobres.

Contentos y tristes.

La casa es grande y pequeña. O: 

The house is big and small.

El dinero es todo y nada.

All and nothing.

En en nuevo orden mundial 

seré cruel y cariñoso.

Cumpliré mi destino y mi azar.

Sólo hay una certeza: No habrá más poesía.

Por eso este poema sin poetina.

Poema final del placer y dolor.

Qué estupendo todo y qué desastre.





POEMILLA DE LA ESTACIÓN DE DELICIAS


Viejos amigos de Zaragoza,

he pasado por vuestra ciudad y no os he buscado.

Tengo vuestros teléfonos y direcciones pero no los usaré.

No dejaré ningún aviso. No dejaré ningún mensaje.

No preguntaré a los vecinos. No me sentaré 

en un bar

para examinar vuestras nuevas vidas en vuestras nuevas casas.

Viejos amigos de Zaragoza,

he pasado por vuestra ciudad como un ladrón, como un espía,

como un fugitivo.

Llegué con la niebla y me voy con el rocío.

Los jardines, las rotondas, los hoscos semáforos

no darán la voz de alarma.

Viejos amigos de Zaragoza, no tenéis nada que temer.

El pasado ya sólo es peligroso

en mis recuerdos.




POEMA QUE YO NO HE ESCRITO NUNCA


No me habléis de injusticias.

No me habéis de futuras plagas, de desastres,

del Apocalipsis que viene.

No me habéis de la estupidez del hombre y de su eterna maldad.

Decidme que mis hijos crecerán sanos y fuertes, que

nunca desearán la muerte de su padre

porque el que ama mucho

a veces ahoga.

Decidme que algún día tendré la sensación 

de no haber desperdiciado mi vida,

que todo servirá para algo,

que la muerte y el dolor

me concederán una pequeña tregua

(otra pequeña tregua más).

Decidme que mis hijos podrán tener otros hijos

(si quieren), porque el mundo,

pese a todo, todavía será un lugar habitable.

Decidme esto

o me me digáis nada.



viernes, 11 de junio de 2021

 



TIEMPO


Cada día cuando vuelvo del trabajo

han pasado diez años.

Cuando te beso soy un niño perdido.

Cuando te abrazo viajo 

por los repliegues del tiempo.

Desde un tiempo sin pasado.

Hacia un tiempo sin futuro.

Cada tarde cuando regreso a casa

he perdido una vida.





NUEVAS OBSERVACIONES AL MILAGRO DE LA VIDA


Hablo porque tengo boca.

Porque tengo manos toco.

Porque tengo labios beso.


Y todo lo que toco,

y todo lo que nombro,

y todo lo que beso,

no existiría,

no tendría cuerpo, sabor, forma

si yo no tuviera

manos, labios, ojos.


Eso es la vida…


Palpar lo que sólo existe

porque existimos nosotros.

Saborear lo que sólo tiene sabor

cuando lo saboreamos nosotros.

Nombrar lo que sólo toma cuerpo

si lo nombramos nosotros

con nuestras manos,

con nuestros labios,

con nuestros ojos.




UN COLLAR DE BESOS


En esta hora de la tarde

en que esplende tu risa

como bandera ondeando al viento,

en que reluce tu figura

como alta palmera olvidada

en la gárgola del tiempo,

en esta hora de la tarde,

cuando ya no nos ata la vida

ni las caricias feroces y ciertas

con que suelen acuchillarse los amantes, 

en esta hora de la tarde, 

en que tú te peinas en silencio, 

de espaldas a mí, a mi sombra,

y canturreas feliz y distraídamente,

en esta hora atroz, en este instante 

exacto, te digo, oh amor

(en voz baja), 

nada podrá redimirme nunca

(sin que me oigas)

del dolor de ser sólo un hombre

(tragándome mis palabras)

con las manos llenas de escarcha, 

(mordiéndome de rabia la lengua)

con los ojos ciegos de luna 

(mordiéndome de rabia la vida)

y apenas 

(despedazando la vida…)

un pobre collar de besos

(…a bocados)


                                en los labios.




FE


Cuando llorar es lo más humano que se puede hacer.

Cuando ni las miradas bastan para expresar 

el dolor que rezuma por la piel. 

Cuando las palabras parece que no sirven para nada.

Cuando el vecino no es un desconocido 

sino un hermano herido al que hay que socorrer.

Cuando las manos no pueden detener la sangre

y queremos gritar 

y el llanto es lo único que nos sale.

Cuando llorar es lo más humano que se puede hacer…

Entonces es cuando hay que levantarse. 

Alzar las manos. Vivir. Tener fe. 

Fe en el hombre. Fe en la palabra.

Cuando más acosado está el amor…





DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS


No abras el grifo en mitad de la noche,

dios de lo cotidiano, te tengo miedo, 

hasta en eso. 

No enciendas la luz 

en mitad de mi sueño, dios de lo mínimo

dios de los pequeños milagros.

Si pretendes decirme algo, no te entiendo. 

Aunque seas inofensivo, me asustas. 

Me confundes 

con tus gestos simples. 

Dios de lo trivial, dios de lo mísero,

deja ya de corretear 

como un niño por la buhardilla.

Tus pasos me inquietan, me espanta tu juego.

Dios de las pequeñas cosas, déjame en paz.

Con mis miedos ya tengo bastante.




AMIGOS PERDIDOS


A Philippe se lo tragó la tierra

una húmeda mañana de finales de agosto

de mil novecientos noventa y tantos.

No recuerdo bien la fecha. Y el detalle sería

insignificante, si no fuera por los muchos amigos

que le precedieron en el viaje. 

También a mí se me tragó la tierra.

(No dispongo de muchos datos,

debió suceder de un modo imperceptible.)

Y cuando me encuentren, suponiendo que esto ocurra,

no sé si sabrán reconocerme. 

Si me abrazarán entonces, o tras unas breves palabras,

se separarán de mí, sacudidos 

por un súbito temor, el temor que sentiría yo,

si un día por casualidad 

me tropezara con ellos.



PANTEÓN


Hoy he venido a veros a todos.

Lorca, olvida tu vergüenza y tu rabia 

y sal de tu rincón.

Hoy he venido a traerte mi ofrenda.

Machado, Neruda, Brines, Goytisolo, Prado, 

querido Blas de Otero…

Tanto da si estáis en este mundo o en el otro:

Hoy os necesito a todos.

El tedio de la existencia

me aleja de vuestra luz

y navego a oscuras, sin rumbo

y sin tiempo.

Pero vosotros sois

como un árbol robusto

en mitad de un páramo nevado.

Vosotros indicáis el camino. 

Sin vosotros

blasfemo y reniego

de todo cuanto hay de hermoso en este mundo.

Por eso hoy he venido a veros.

Os pido que aceptéis estos versos.

Mi humilde admiración. Mis tristes excusas. 

Os suplico 

que perdonéis mi retraso.

Y os prometo que de ahora en adelante

vendré a visitaros más a menudo.




APROXIMACIÓN A LA TEORÍA DEL DESARME


Tú, yo.

Tú contra mí.

Yo contra ti.


Tú, yo.

Yo contra mí

Tú contra ti.


Tú, yo.

Los dos contra todo.

Todo contra los dos.


Tú, yo.

Todo, nada: nosotros.




EL INTRUSO


Yo no sentí tanto dolor inútil.

Yo no encontré placer en el sufrimiento,

oscura flor que crece en la herida desbocada

y cuyos pétalos brillan como cristales asesinos.

Yo no me relamí en soledad.

Yo no fui aquel adolescente duro, con la garganta

quemada por las palabras que no pude decir.


Reniego. Reniego de todo aquello.

Hay tantos momentos terribles…

Tantas noches de oprobio y frustración…


Cumplí integra mi condena.

Es hora de abrir la celda

y dejar entrar la luz.


Pero no puedo. 

El pasado vela el futuro.

El que no quiero ser

aún habita en mí.




(Poemas pertenecientes al libro "Poemas de Guardia", que recoge una selección de poemas inéditos escritos entre 2000 y 2015)





domingo, 23 de mayo de 2021

 





¿Qué puedo decir de Brines? Descubrí el "Otoño de las Rosas" con poco más de 20 años. Luego fui leyendo todos sus libros. Siempre ha sido uno de mis poetas básicos, fundamentales, es un tópico decirlo pero sin él yo no sé si hubiera llegado a ser poeta o no sé qué clase de poeta hubiera sido. Para mí hay un montón de poetas y luego están los pocos POETAS que están ahí arriba, en el Olimpo, en el monte sagrado, mirando a los demás desde la distancia imposible. Nunca llegaré a la altura en la que está su poesía, mi única posibilidad es tratar de emprender la subida y tratar de llegar lo más alto que pueda, aunque la cima se esconda entre la niebla y sea siempre inalcanzable. Brines está con muy pocos, y por eso hasta casi el final de su vida fue un poeta relativamente poco conocido... Hasta que viene la muerte y todo el mundo le dedica unas palabras, todo el mundo quiere salir en la foto del entierro, y casi ninguno de ellos (sobre todo los políticos de turno, con sus mensajes típicos que no dicen nada porque realmente no saben qué decir) ha leído ni un solo poema de Brines. Y eso me fastidia. Sé que es inevitable, pero eso me fastidia. Porque pasado mañana (es decir, hoy), ya lo habrán olvidado. Como dije en un poema hace tiempo... "Los buenos escritores solo salen en la tele/ cuando se mueren". 

En mi libro del 2015 le dedicaba un poema a él y a Blanca Andreu. En mi libro del 2016 le dedicaba otro poema. En mi nuevo libro de poesía, que debería haber salido este año pero como todo va muy lento ahora me parece que ya no saldrá hasta el año que viene, no le dedico ningún poema en concreto, pero su sombra vuela sobre todas las páginas, (como en tantos otros poemas míos) y para mí es un gran honor que me digan que mis poemas tienen algo suyo, que tienen un sabor a veces ligero o a veces muy intenso a Brines. Eso para mí es señal que estoy andando por la senda adecuada. Sí, nunca llegaré a la cima, lo sé. Pero mi ambición es acercarme todo lo que pueda a ella. Hoy en día se está produciendo una poesía "low cost", de supermercado lleno de "marcas blancas", o de fábrica de productos de serie y bajo coste, muy cutre y mala. No es toda la poesía, pero puede llegar a ser toda la poesía. Porque hay sendas que son tan difíciles que nadie las recorre. Brines no era muchas veces un poeta fácil. Si lo fuera no sería Brines. Ahora ha salido en los telediarios y en los periódicos. Y luego que... Quedarán sus libros. Un escritor no muere mientras alguien lee sus libros. Pero no soy optimista. Son libros que buscan lectores que sean capaces de tener la paciencia y la ambición de intentar desentrañar el misterio del poema. Y los poemas de Brines son como cuevas que cada vez se meten más y más en las profundidades de la tierra. Y cuando crees que ya has llegado al final, te aparece de pronto una nueva galería y tienes que seguir bajando y bajando, y no parecen tener final... Y de hecho posiblemente no lo tengan... No sé cuantos lectores espeleólogos nos quedan... Espero que alguno quede... 










Hace ya tiempo, hablando con Manuel Borrás me dijo que tenía que ir a comer un día con Brines. Yo le dije que sí, claro, pero no insistí. No se lo recordé en nuestra siguiente charla ni en la otra ni en la otra. No quería molestar a Brines. ¿Qué iba a decirle yo a él? No. Brines estaba muy lejos, en otro plano del mundo, en lo más alto del lugar más sagrado de todos. Pensé que tal vez en el futuro sí pudiera llegar a comer con él, pero en un futuro muy lejano, cuando yo tuviera algo más que unos pocos buenos poemas. No caí en la cuenta que Brines era mortal. De hecho, hasta hace unos días seguía pensado lo mismo. Por eso mi primera reacción cuando escuché la noticia de su muerte fue incredulidad... ¿Cómo va a morir alguien que desde siempre ha tenido el don de la inmortalidad? Y aún me resisto a admitir que ha muerto, y me lo tengo que repetir a mí mismo: Brines ya es solo luz, todo él ya es solo luz. Ya no hay carne, ahora únicamente hay poema: luz, nada más que luz.


No diré "Descansa en paz". Diré "Vive en paz", vive en la paz de tus libros, como siempre has vivido. En esa paz que encontraba en cada uno de tus poemas.