domingo, 7 de abril de 2024

 










LA SUERTE



Llegar agotado a la cama cada noche.

Llegar a los arrecifes del sueño colmado

de aventuras, amigos, amor.

Pensar que el día que acaba

no puede ofrecerte más

de lo que ya te ha dado.

Aceptarlo todo humildemente.

No pensar que te mereces ni el placer

ni el dolor,

pero aceptar que lo que hoy es tuyo

mañana será de otro.


Llegar agotado a tu cama

todas las noches.

Dormirse con la memoria encendida, con esa luz

extraña de los momentos irrepetibles, inesperados, hermosos

y limpios (esa hermosura y esa limpieza

de los primeros días, que a veces aún te devuelve la vida).

Has perdido tanto y aún así la vida, como las olas, 

devuelve algunos restos del naufragio. 

Llegan a la playa maletas a la deriva, y tú las abres

porque no imaginas que son tuyas, no recuerdas

lo que pasó, lo que metiste dentro, la esperanza

que se perdió en la noche. 

Y de súbito encuentras un conjuro que un muchacho

copió sin entender su significado.

Y lo descifras al momento, 

porque la vida, descubres, 

te ha llevado lejos, más lejos, mucho más lejos

de lo que pensabas que nunca te podría llevar.

Y cuando caes rendido en la cama,

agotado y feliz,

sabes qué no puedes pedir más,

que la suerte es inmerecida siempre,

y que hay que ser muy humilde

para saber aceptarla cuando llega

y despedirla cuando se va.










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