PARADA TÉCNICA
(adelanto 3)
CONDENA
Las canciones que no te canté.
Los libros que no te leí.
La vida que no tuvimos.
La vida que tuve sin ti.
Los discos que no compramos a medias,
que no descubrimos juntos.
Los viajes que no hicimos.
Las fotos que faltan, las páginas arrancadas.
La bromas que no me gastaste.
Tu risa en la noche, que borró tan pronto la niebla.
La vida que no tuvimos.
Las fotos que no te hice, las páginas arrancadas.
Los besos sin ruido, ofrecidos a un dios cruel
que solo nos entrega
aquello que puede quitarnos.
La vida que viví sin ti.
EL CRISTAL
(POEMA ORIGINAL)
Lanzarse suicidamente a la vida.
Coger carrera y saltar alto,
en cualquier sitio, donde te pille,
desde una roca o desde un puente.
Caer fuerte y llegar hondo, los más
hondo que se pueda.
Lanzarse suicidamente a la vida.
Una vez, dos veces, tres veces. Las que haga falta.
Hasta que el cuerpo enfermo de la vida
nos rechace, nos expulse, nos lance en cualquier momento,
con violencia o suavidad, contra el cristal
de la muerte.
Lanzarse suicidamente a la vida.
No esperar al desprecio ni al rencor.
Cerrar los ojos y gritar.
Abrir los ojos en plena noche y correr
sin dirección ni cuidado,
a lo loco, a ciegas. Dejarse arrastrar
o luchar contra la corriente. Emerger en cualquier
playa o caer preso en cualquier red.
No ver pasar la vida. Lanzarse a ella.
La única voluntad posible. La única certeza.
Lanzarse suicidamente a la vida
en la gran ciudad vacía, en los campos ruidosos,
sembrados de trincheras y cruces.
Un día cualquiera. Donde te pille.
No esperar más.
No desear más.
Lanzarse suicidamente a la vida.
El tráfico de mercancías, los gritos cálidos de los cuerpos, el silencio
brusco, entre el minuto de la esperanza y el minuto
de la angustia.
No puedes cerrar la puerta.
Abre la ventana y lánzate.
No esperes que el odio te queme.
El fuego ya se acerca a tus pies.
Tu última voluntad.
Tu única voluntad.
Demuestra que aún no estás vencido.
Únete al grupo, ya, ¡ahora!
No esperes más.
La muerte tiene el cristal muy limpio.
No la verás venir.
Los días son muy largos.
Las noches duras.
Hay que pelear mucho.
Contra el calor
que resiste en las habitaciones de arriba.
Contra las palabras, contra las frases
que quedaron a medias por miedo
a no ser entendido.
Contra los cuerpos, contra el cuerpo
propio, que pide agua y se agita en la cama
sin encontrar la puerta del sueño,
contra el cuerpo de tu mujer
que tiene la osadía de dormir plácidamente
y te ofrece su piel cálida y suave,
increíblemente suave, en la
penumbra del dormitorio.
sobre todo la noche es dura porque hay cosas
sin resolver, y cosas que están pasando cerca
en las calles vacías, en las otras casas,
en los parques oscuros. Y yo recuerdo los años
de mi juventud, las viejas noches de verano
de mi lejana (otro tópico inevitable) juventud.
Y miro el reloj y estoy atento a los ruidos
de la calle, y estoy atento a su silencio.
Y pienso en ellos, los niños, que no sé cuándo
van a volver, y me alegro por ellos,
y sufro por ellos. Sé que están
donde tienen que estar,
y sé que a mí me toca esperar
despierto, vigilando cada ruido,
intentando no perturbar con mis miedos y mis dudas
a mi mujer.
Mañana temprano ella cogerá el coche
y se irá a la ciudad.
Los días serán muy largos.
Las noches duras.
ARRESTO DOMICILIARIO
No mueras con el cuerpo intacto.
No mueras con todo tu dinero en el banco.
No mueras enterrado en pólizas de seguros.
Apura la partida hasta el final.
Buenas o malas, usa todas tus cartas
lo mejor que puedas.
Nadie gana siempre. Pero que no se diga
que no peleaste hasta no poder más.
No mueras con el corazón intacto.
No mueras sin haber vivido todos esos amores
que leíste en los libros mentirosos.
No mueras con el corazón limpio.
Llega hasta el fondo, al fondo del dolor
(si es preciso) pero también
al fondo del placer (y si la corriente
te arrastra luego, déjate llevar hasta el mar).
No mueras sin haber visto la luz de Venecia
en octubre, cuando los turistas van
de retirada y la niebla conquista la ciudad
todas las madrugadas,
No mueras sin cruzar el Bósforo.
No mueras sin pasear por París.
El arresto domiciliario llegará más pronto
o más tarde. No escondas tus delitos.
No te dejes deslumbrar por la vanidad
de los jueces.
Recuerda tus días de viaje, recuerda tus noches
compartidas, tus besos de despedida cuando
ibas a trabajar con ilusión y optimismo.
Recuerda que la dignidad sólo te
la otorgan los otros si antes tú
te la has otorgado a ti mismo.
Recuerda lo que escribiste una vez
hace muchos años: la vida
es una cárcel, pero cada cual
escoge el tamaño de su celda.
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