DISCOTECA,
CON MORRISSEY
No diré
que fue cruel conmigo.
Ni
siquiera puedo decir que me decepcionó.
Nunca
esperé nada de este mundo.
Así que
mi existencia no fue más
que la confirmación
de una certeza
tan
antigua y agarrada a mi alma
como un
grano o una verruga horrible que aparece en la niñez de un hombre
y ya
siempre le acompaña.
Life is
a pigsty, la vida es una porquería
canta
Morrissey
en esta
discoteca vacía
del
final de la fiesta, cuando ya todos los invitados
se han
ido, y sólo yo espero
(o
simplemente escucho la música) mientras
sigo con
los ojos
esas luces vibrantes
que
recorren esa pista en la que nunca bailé.
Y pese a
todo aquí estoy, en mi púlpito:
Como un
cura que oficia misa en una catedral desierta
canto
con Morrissey, con devoción, en un murmullo…
La vida,
al fin, resultó como esperaba.
Pero aún
así le debemos una ofrenda.
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