CORAZÓN DE ULISES
Subir a cualquier tren
sin preguntar dónde va.
Zarpar en cualquier barco
y tocar tierra en un puerto oscuro
de una desconocida ciudad dormida.
Salir sin despedirse.
Salir sin preparativos, sin más equipaje
que lo que llevamos encima:
la ropa, la cartera, la ilusión
que creímos perdida para siempre
de no comenzar en otra parte
sino continuar lo que éramos
cuando todavía no éramos nada.
MI AÑO PERDIDO
Una tarde con Saul Leiter en su apartamento,
mientras nieva en New York y hay fotógrafos jóvenes
esperando en su puerta. Ahora que Saul
ya es viejo y comprende que todos
sus trucos para esquivar el éxito
han sido tontos juegos infantiles.
Una tarde con Nan Goldin en la cafetería del hospital.
¿Cómo está tu ojo?
Mejor, ya lo ves.
Las preguntas que no se dicen dando vueltas
en el café de la taza como esos trocitos de papel
del sobre de azúcar que han caído dentro
y no saben hundirse.
Menos mal que no tenías las fotos en casa que si no ese…
Nan levanta la mano y pide silencio.
Saca el trocito de papel y bebe un poco
de su café frío.
Los fotógrafos cuidamos más nuestras fotos
que nuestros ojos.
Siempre sospeché que hay errores voluntarios.
Lo sabe Nan.
Lo sabe Saul.
No lo llames destino, es la inercia del talento:
sabe bien dónde dejar la autopista
y tomar ese camino estrecho y con tan mal asfalto
que solo lleva al cártel de carretera cortada,
y sabe que hay que seguir,
y sigue,
y al final descubre dónde está el corte
y por dónde se puede saltar.
LA REGLA DE ORO
Mejor tender la ropa que escribir.
Mejor fregar el suelo
que escribir.
Mejor, mucho mejor, salir a pasear
que escribir.
Mejor quitar el polvo que escribir.
Mejor, mucho mejor, leer
que escribir (Pero cuidado, no leas nunca
como escritor, o lo único que harás
será empeorar la enfermedad con la medicina
equivocada.)
Mejor comprar el pan
que escribir.
Mejor jugar con tu gato
que escribir.
Escribe solo si no hay más remedio.
Escribe lo que no puedas
no escribir, pero escribe siempre
contra ti, no para ti
(y, por supuesto, nunca para los demás).
Mejor cortarse las uñas
que escribir.
Mejor, infinitamente mejor, escuchar música
que escribir.
ÚLTIMAS PALABRAS PARA G. F.
No hablaré de los que se fueron.
Dejaré que se olviden sus nombres,
se llenen de musgo, se rajen, se pelen,
se pudran.
No hablaré de los que me olvidaron,
aunque yo no los olvide
ni tenga la certeza de que ellos
también me olvidaron.
No tengo la certeza,
solo tengo el silencio.
El suyo.
El mío.
La poesía es mi lenguaje secreto,
el morse para mis enemigos.
¿Alguien me escucha?
¿Alguien me escucha?
Silencio.
Silencio: mar insondable que nadie
se atreve a cruzar entero.
Como un niño pegado al borde de la piscina
nadie quiere perder la orilla.