LOS AÑOS OSCUROS
Teníamos un 127 de mi tía.
Y teníamos una cinta de Surfin´Bichos.
Y no necesitábamos más.
Teníamos una rieju, una derbi, de 50cc,
ya no me acuerdo.
Era una moto pequeña. Una moto y El último de la fila.
Y no necesitábamos más.
Por las noches en las calles vacías La línea del Frente.
Y no necesitábamos más.
Teníamos dinero para gasolina, casetes
en la guantera, los gritos y los motores
calientes de los que se estrellaban sin
daño en los campos helados.
Todo era mortal e inocente. Teníamos
palabras que no existían y sueños que no
se podían soñar.
Esas flores
raras no creían para nosotros, y nosotros las despreciábamos
ruidosamente.
Porque nada era limpio y la oscuridad
era brillante. En las calles vacías
ella esperaba un beso que no podía
llegar.
Los Intactos llenaban teatros muertos.
Nosotros pasábamos frío y reíamos.
Teníamos un coche viejo. Teníamos una
moto pequeña. Teníamos un límite marcado
por un sacerdote de una religión
olvidada.
El límite era la curva, el límite eran
los puños y las navajas. El límite era
esa palabra que asesina a ciegas, ese veneno
que impregna algunas pieles
especialmente suaves.
El límite era el hacha del vecino, un
golpe entre Comité Cisne y OMD.
Y una noche Los Planetas dejaron de tocar.
El concierto siguió, pero alguien había
desconectado los cables.
Y ellos no lo sabían, y todos
disimularon.
Las
escaleras del Gran Proveedor cada día se empinan más.
Teníamos un 127. No necesitábamos más.
Una noche vacía y ninguna prisa por
llenarla.
Una noto pequeña para subir al Everest.
He odiado los años oscuros.
Los Intactos querían mancharnos con sus
dedos decentes.
Sabíamos que algo no estaba bien en el
cuadro pero no sabíamos bajo
qué color buscar.
Tú puedes ser un artista. Qué tontería.
Si yo puedo ser yo a ratos, en la noche larga,
vampiro de mi propia vida, destructor
de océanos a noventa revoluciones
por minuto.
No llegarás a ver a los Immaculate. Ella te podría besar y sería
mortal.
El frío que sube del río será tu abrigo
eterno.
Dormir. Dormir. Dormir. La moto ya sabe
el camino.
Los años oscuros. Los años sin tiempo y
sin perdón.
Como odiaba el mundo que no era nuestro
y que olía a podrido
debajo de los anuncios de trenes
parados.
Hermano carnal, ¿cómo se puede estirar
el amor sin que duela tanto?
Hermano carnal, ¿de qué nos han servido
los coches, las casas, los trabajos y los cuadros, el dinero que llegó y se
fue, la televisión en color en la que
nos obligaron a escondernos?
En un bar cerrado hay un video con un
concierto de Joy Division.
Pero tú te olvidaste de vivir en tantas
ciudades desnudas,
mientras yo me tapaba los oídos porque
las canciones de Kortatu
aún me buscaban en la isla del
invierno.
Aviones
plateados. Nunca quise otra cosa que encontrar la rata podrida
que estropeaba el paisaje. ¿Bajo qué
color o nube o río la puso
El Gran Proveedor?
Los semáforos rojos no paraban la
cinta.
Si nos dan por detrás tú abrirás los
ojos un siglo después.
Dormir, dormir, el coche volcado no
impedirá el baño en el mar frío del verano.
Los años oscuros. Hermano carnal.
Un coche de tercera mano y una cinta de
los Sound.
Adrian. Adrian. No bajes las escaleras.
Sabes que no puedes. Los Intactos van
a salir del teatro, vienen de tocarse
sus ropas podridas, sus besos mojados
alcanzarán el desierto de tus mejillas
y tú, tú, Adrian, tú no puedes bajar
esas escaleras que nosotros no pudimos
encontrarte.
Y estaban. Estaban debajo de un color
falso.
En las tardes la luz esculpía un cuerpo
que flotaba en el balcón.
La noche nos despertaba y la música nos
protegía.
Y un día los Intactos cortaron los
cables
y Los
Planetas siguieron tocando.
¿Escuchas el silencio? Viene la ola.
Hermano, hermano, los trajes caros, los
coches caros, los hoteles caros,
los enemigos y los amigos, todo
manchado, todo perdido,
un universo que se cuela en un desagüe
por un acorde equivocado.
Una noto, dos motos, un faro, un motor.
Los caminos se abren para nosotros.
Los años oscuros.
Los años que odie.
Y no necesitábamos nada más.